1 cuchillo 100 gr de chocolate blanco
1 tabla 100 gr de chocolate negro
2 ollas
2 cazuelas
Primero hay que romper los chocolates a pedacitos
pequeños, así se desharán mejor. Es un proceso que requiere fuerza, sobre todo con
el chocolate negro, es más duro al contener menos leche.
Es como ir descubriendo la verdad que tanto ansiabas pero que por mucho que desees cambiarla, siempre será la que te dejó sin aliento. Es inmutable. Duele. Pero aprendes de ella. Y luego se lo agradeces con una, casi inapreciable, sonrisa; como la del niño que recibió el caramelo que tanto quería.
Es como ir descubriendo la verdad que tanto ansiabas pero que por mucho que desees cambiarla, siempre será la que te dejó sin aliento. Es inmutable. Duele. Pero aprendes de ella. Y luego se lo agradeces con una, casi inapreciable, sonrisa; como la del niño que recibió el caramelo que tanto quería.
Una vez hecho a cachitos el chocolate blanco y el
negro, ponemos cada uno al baño maría. En cada olla añadimos agua
y la cazuela con los chocolates correspondientes. Por separado. Todo
a fuego lento, sin prisa, removiendo a un determinado ritmo.
Suavemente.
El placer vendrá cuando, una vez éstos, estén deshechos. La fusión. Al juntarlos la diferencia de colores desvanece. Ni blanco ni negro. Como cuando nos abrazamos, nos besamos y nos unimos. Como si tú fueras yo y yo fuera tú. Desaparecen las diferencias que nos hacían especiales. Simplemente nos fusionamos, nos volvemos uno. Sincronía.
El placer vendrá cuando, una vez éstos, estén deshechos. La fusión. Al juntarlos la diferencia de colores desvanece. Ni blanco ni negro. Como cuando nos abrazamos, nos besamos y nos unimos. Como si tú fueras yo y yo fuera tú. Desaparecen las diferencias que nos hacían especiales. Simplemente nos fusionamos, nos volvemos uno. Sincronía.
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